Da un bocado a un melocotón jugoso o a una ciruela madurada en agosto y no te costará en absoluto entender por qué los antiguos adoraban al sol.
Cuando las frutas de verano están en su mejor momento, la soledad puede ser uno de los placeres más embriagadores de la vida.
Deja el jugo rezumando por tu barbilla con cada bocado, no hay nadie mirando.
Todos los frutos de intensos colores amarillos y dorados no sólo resultan suculentos, sino que también son buenos tanto para los males que aquejan el alma como para nuestros cuerpos, a menudos desnutridos.
Las frutas de la pasión de la Madre Naturaleza van cargadas de vitamina A y C y de minerales, entre ellos el potasio.
Pero no te apresures a la hora de comerlas: escoge fruta que no esté completamente madura y deja que desprenda su aroma cerca de ti para apreciar toda la intensidad de su perfume.
Deja que la boca se te haga agua con la expectativa de los sabores que te aguardan y que los dedos y los labios se sorprendan de la blandura casi líquida de la fruta.
Los melocotones y albaricoques aterciopelados, ambos originarios de la antigua China, y su fruta hermana sin pelusa, la nectarina, alcanzan su época gloriosa en este mes.
Se pueden disfrutar solos y también están soberbios en rodajas o en dados, regados con una pequeña cantidad de un licor que combine ( por ejemplo, albaricoques con brandy de albaricoque), o con un licor de naranja como el Cointreau mezclado , a partes iguales con vino blanco.
Y puedes darle placer a la vista sirviéndolo en copas de champán para dar un toque extra de elegancia.
Otra idea suculenta: Hierve ligeramente albaricoques, melocotones, ciruelas o nectarinas, a fuego lento, en zumo de limón concentrado ( por cada taza de agua, media de azúcar y una cucharada sopera de zumo de limón recién exprimido), suficiente para cubrir la fruta, y déjalos enfriar con el líquido.
La llegada del tiempo de bochorno proporciona la atmósfera y la oportunidad perfectas para explorar las espléndidas frutas doradas de los trópicos.
Los mejores mangos llegan por esta época. Cuando están maduros aparece una carne entre amarillo y anaranjado intenso, sumamente cremosa. El aroma es sensacional: recuerda al melocotón y sin embargo es del todo distinto.
La fruta de la pasión o maracuyá, que procede de Brasil, posee una pulpa jugosa, dorada, salpicada de semillas oscuras, comestibles ¡... y con un aroma que, sencillamente, no es de este mundo!.
La papaya verde o rosada, de piel fina, cuya carne dulzona, casi floral y de un amarillo intenso envuelve un corazón de semillas negras comestibles, algo picantes. Es un magnífico manjar. Puedes cortarla en dados para preparar pinchitos de verano con carne en adobo. Esparce las semillas en la ensalada y le dará un punto picante delicioso.
He aquí la Copa de Oro del Verano:
1 melocotón maduro, pelado.
media papaya madura, pelada.
Unas tajadas de melón.
1 cucharadita de zumo de limón o lima.
Una pizca de sal.
1 cucharadita de agua de rosas de uso culinario.
Corta las frutas en dados pequeñitos.
Combina todos los ingredientes en una ensaladera de cristal.
Cúbrela con filme transparente y ponla a enfriar durante varias horas.
Devórala sin prisa y con dicha.
( S B. Breathnach)
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