La Navidad que se celebra en nuestra cultura está sacada directamente de nuestro pasado pagano.
Ciertamente no había nieve en Belén y tampoco árbol de navidad.
Pero nuestros huesos recuerdan la celebración del verde perenne del Árbol de Yule, en nuestros árboles navideños.
Y las imágenes de la Virgen y el Niño, evocan las celebraciones antiguas del culto a la Diosa de Yule, como el nacimiento del Niño Sol durante la noche más larga del año.
El árbol de Yule es una representación viva de uno de los misterios centrales de esta festividad; que en medio de la muerte aparente que nos rodea, el árbol nos ofrece con su verdor brillante un mensaje de que la vida continúa.
El Árbol de la Vida, el Árbol de Yule, nuestro Árbol de Navidad, constituye un foco alegre que con su dulce aroma es un recordatorio silvestre del poder de la Naturaleza, el cual decoramos con esmero.
Esta noche nace el Niño, el Niño Sol o el Niño Dios.
Una manera tradicional de adorar al Sol, es encender un fuego.
Nuestros antepasados utilizaban grandes troncos para mantener la oscuridad a raya y bailaban haciendo mucho ruido alrededor del fuego para llamar al sol de la mañana, y esperaban verlo aparecer al alba después de la noche mas larga.
Ya se que esta festividad sí la celebrais, pero ahora ya sabeis cual es su origen y riqueza.
FELIZ NOCHEBUENA Y FELIZ YULE.
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